“Miedo en la galaxia”, de Curtis Garland

Miedo en la galaxia; por Curtis Garland [Juan Gallardo Muñoz]; ilustración de la cubierta, Antonio Bernal. Barcelona: Bruguera, septiembre 1972. Colección: La conquista del espacio; nº 108.

  • Género | materia: ciencia ficción – terror | epidemias – científicos locos – bases espaciales.

En un futuro indefinido, en el que la especie humana está colonizando el Sistema Solar, pero las puertas se siguen cerrando con llave, acontece esta aventura, protagonizada (y narrada en primera persona) por el comandante Elmer Rocket, en misión espacial. Cuando comienza la novela, este viaja a bordo de su nave con su ayudante, un teniente, con dirección a Saturno, en un trabajo rutinario. Cuando allí llega descubre que la base terrestre allí ubicada está bajo una epidemia de terror, donde los habitantes del lugar, repentinamente, se ven atacados por accesos de un miedo súbito e inexplicable. Al mismo tiempo se interconectan con la trama otros elementos: su ayudante es acusado de haber matado a su esposa; en su nave viaja como polizón una hermosa mujer, fugada de un asteroide prisión-manicomio; y de fondo tenemos una facción terrorista denominada neo-fasc, de obvias resonancias.

Existe un recurso dramático, del que Garland solía abusar, consistente en diálogos donde uno de los personajes comenta algo, divagando, sin explicar realmente nada; su interlocutor responde con una pregunta, pues no se entera de nada; el otro contesta con una nueva divagación… Era un truco, por supuesto, destinado a alargar la trama y sumar páginas, que resulta un poco forzado, y que en un momento determinado aquí utiliza acaso en exceso. Hay otra situación que semeja un error, pero si se reflexiona puede no serlo: se refiere que, en los accesos de terror repentino, una vez pasados estos, las víctimas no recuerdan qué han visto; poco después el protagonista lo sufre y narra con precisión lo que distingue. Más adelante nos enteraremos de que los miedos que experimenta la gente están circunscritos a cuestiones muy personales, por lo cual es muy posible que digan que nada recuerdan para no desnudarse emocionalmente ante los demás…

La novela, por lo demás, entra en una serie de inexactitudes científicas referentes al planeta Saturno bastante obvias incluso para gente sin conocimientos en la materia, como es mi caso. En todo caso, resulta innegable que la intención de Gallardo no es hacer una tesis sesuda sobre las condiciones geológicas de Saturno, sino ubicarlo como entorno exótico de una trama de suspense con un tono que arranca como la investigación de un misterio, con elementos de space opera tradicional —el denominado «picnic» por el protagonista, paseando por la superficie del planeta, con ataques de babosas espaciales y plantas antropófagas— y una segunda parte que parece extraída de una revista pulp de terror de los años cuarenta, o una película de Boris Karloff de esa misma época, con un científico loco haciendo experimentos con seres humanos, atándolos a camillas y esgrimiendo gigantescas jeringuillas…

Resaltar que, pese a estar escrita en plena dictadura, el protagonista no es soltero y sin compromiso, como parecían ser las exigencias del momento para estas novelas, sino que es divorciado, por lo cual queda evidente que ya ha catado hembra. Y la mención a esa facción fachosa presenta reminiscencias nazis, que en aquellos tiempos ya no era tabú criticar. En definitiva, se trata de una novela entretenida y gozosa, cuyo final hace desear conocer más aventuras del comandante Elmer Rocket en sus viajes por el Sistema Solar.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: ***

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

“El Vampiro de Brooklyn”, de Peter Debry

El Vampiro de Brooklyn; por Peter Debry [Pedro Víctor Debrigode Dugi]; ilustraciones interiores de E. Giner. Barcelona: Bruguera, 1951. Colección: Servicio Secreto; nº 64.

Muy antiguo bolsilibro, perteneciente a la colección «Servicio Secreto», y escrito por Peter Debry, el más habitual de los seudónimos que utilizó Pedro Víctor Debrigode Dugi (1914-1982), y quien también empleó los sobrenombres de Arnold Briggs, Peter Briggs, Pierre Brigod, P. V. Debrigaw, Víctor Debrigow, Geo Dugan, Chas Logan, Victoria Margin, Geo Marvick, Vic Peterson y Arnaldo Visconti. Se trata de una historia policial, sin ninguna connotación terrorífica, pese al título. Uno de los personajes que aparecen en la novela lleva el sobrenombre de El Vampiro de Nueva York (sí, pese a que luego la denominación se varíe en el título del libro) por el hecho de ser un gánster que sangra a todo el que se le pongo por medio, así pues solo describe sus actitudes delictivas.

La trama arranca muy bien, con el protagonista vagando por la ciudad, postrado en la miseria. Acaba de abandonar a su novia, a la que ama, con el fin de no hundirla en la ignominia en la cual está sumergido. Sin embargo, en ese instante recibe una proposición que no podrá rechazar: el referido Vampiro se ha suicidado, y su secretario lo ha elegido a él porque tiene un sorprendente parecido con el criminal. La idea es perfeccionar ese parecido y hacerse pasar por él, con el fin de acabar los «negocios» que tienen entre manos. Nuestro hombre verá la oportunidad de sacar tajada para luego regresar con su prometida, pero…

Pero, por supuesto, las cosas se irán liando. El protagonista intenta salir adelante sin mancharse las manos, pero el asunto que está a mitad de cocción se va haciendo más complicado. Todo ello desarrollado por medio de personajes muy clásicos, como sacados de una película de cine negro de Robert Siodmak, con diálogos vibrantes y directos como una metralleta, y un estilo literario trabajado y elegante. Las relaciones de los personajes, además, preponderan por encima de la propia acción. Esta novela se podría publicar en alguna colección especializada de autores de novela negra y no chirriaría al lado de algunos de los grandes. Una joya.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: *****

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

“Vampyr”, de Curtis Garland

Vampyr; por Curtis Garland [Juan Gallardo Muñoz]; ilustración de la cubierta, Alberto Pujolar. Barcelona: Bruguera, abril 1973. Colección: La conquista del espacio; nº 142.

  • Género | materia: ciencia ficción – terror | humanos mutados – vampiros – superhéroes

La pasión por la temática vampírica por parte de Curtis Garland es de sobra conocida por cualquier lector habitual de la colección «Selección Terror». Pero dentro de «La conquista del espacio» Gallardo Muñoz también dio muestras de ella, y en más de una ocasión. Esta, digamos, es la más canónica, comenzando con una introducción, tan característica en él, «justificando», de algún modo, su inclusión en una colección como la presente, dedicada a cuestiones de fantasía científica.

Y científico es el enfoque que otorga a la explicación de la existencia de vampiros. Aquí tenemos a un personaje que es asesinado y, como es una celebridad del espacio, se le manda a bordo de una nave-sarcófago, para que surque los mares estelares por toda la eternidad. Sin embargo, la casualidad quiere que el navío se estrelle en un satélite prisión donde un científico más o menos loco está cumpliendo sentencia por experimentar con los muertos. El genio, que responde al nombre de Bela, se topa con el cadáver y decide seguir jugando a los experimentos, y así devuelve la vida al protagonista, y lo convierte en Vampyr, un adalid de la justicia, pues a partir de entonces regresará a la Tierra para esclarecer su propio asesinato y acabar con los criminales.

Se trata de una novela interesantísima por dos motivos. Por un lado, pese a estar ambientada en el futuro, apenas se hace alusión a avances técnicos, más allá de lo ya contado y de aludir de vez en cuando algún aeromóvil. Por el contrario, tanto por el tono, como por el comportamiento y lenguaje de los personajes, semeja todo más propio de una novela decimonónica, es decir, esas mismas de vampiros que Garland escribía para «Selección Terror», lo cual otorga un tono estilístico a la propuesta de lo más atractivo.

La otra cuestión es que la novela, en definitiva, se acaba convirtiendo en una historieta de superhéroes. Así, Vampyr es una especie de mezcla entre Batman y Morbius, y el «científico loco» que lo crea no es tal, sino un hombre de ciencia que quiere demostrar su inocencia y su talento, y que se convierte en el sidekick del superhéroe característico que lo apoya en la parte científica.

La estructura, después, se convierte un tanto en rutinaria, y al final da una vuelta de tuerca un poco decepcionante, aunque este tipo de finales «conservadores» ya se han dado en más bolsilibros de características similares. De todos modos, es un divertimento muy grato, y una variedad de tono muy agradecida.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: ***½

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

La poesía en los escritores de «La Conquista del Espacio»

Según el Diccionario de la Lengua Española (RAE), poesía es la «manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa».

Para mí, sin desdeñar esa definición oficial, la poesía es el «lugar» lleno de sorpresa donde se cumplen o se destruyen nuestros sueños. A estas dos concepciones, pues, me acogeré a la hora de escribir este pequeño comentario que sigue, y que podíamos llamar algo así como la poesía en los autores ciencia ficción de los bolsilibros de la colección «La Conquista del Espacio».

Bien. De todos los autores de la citada colección, y en mi opinión, solo en cinco de ellos se puede percibir claramente ese mundo poético aludido, el de la concepción formal del hecho poético, expresado con la forma del lenguaje a través de recursos literarios, y el que nos muestra el ámbito de la poesía en la recreación de ambientes insospechados o sorprendentes por medio de descripciones o de un determinado tono narrativo.

Estos autores, con muy diverso tono poético, y sin que ello implique –en general– mayor o menor calidad literaria son:

  • Curtis Garland.
  • Thorkent.
  • Marcus Sidereo.
  • Ralph Barby.
  • Clark Carrados/Glenn Parrish.

En los demás autores –Adam Surray, Joseph Berna, Burton Hare, Kelltom McIntire, Keith Luger, Peter Debry, J. Chandley…– siempre he percibido que la modalidad (o tipología, para otros) textual predominante en sus novelas es la puramente narrativa, sin que la que en este momentos analizamos –la modalidad descriptiva en su vertiente subjetiva, lírica o literaria– haga demasiado acto de presencia en sus tramas. Todo esto, como ya he anotado, no tiene por qué incidir en la calidad de los libros; al menos en principio. Además, ya glosé las características de buena parte de estos prosistas en otras reseñas de este mismo blog.       

Atendamos ya, tras esta breve introducción, a cada uno de los escritores mencionados.    

                

El estilo de Curtis Garland, como ya escribí en otra ocasión en Universo Bolsilibro, es muy eficaz, y consigue atrapar al lector desde las primeras páginas. Estructuras sintácticas paralelas, sintagmas reiterativos, metáforas a veces deslumbrantes, acento nostálgico y citas literarias de prestigio hace que los lectores queden envueltos en una atmósfera onírica, sin posibilidad de fuga hasta concluir la novela.

Vemos, así, que la poesía en Garland incide en las dos definiciones señaladas, en la puramente formal, con conexiones morfológicas y semánticas que causan sorpresa en el lector, y en la de perímetros inquietantes, tanto las mesetas desolados por incidencias nucleares como los poblados impactantes de «espada y brujería» o los urbanos, pintando futuros o tiempos deslumbrantes o cenagosos que producen desasosiego; del mismo modo en la de parajes sublimes que provocan estados de ánimo poco usuales. Y, cómo no: en unas relaciones amorosas, entre los protagonistas, casi imposibles.

Podríamos aseverar que la poesía implícita en las tramas de las novelas de Curtis Garland nos ofrece los matices propios de la poesía surrealista. Es, en verdad, una prosa de alta calidad literaria la de este memorable autor.

En A. Thorkent y en Marcus Sidereo, y solo en algunas de sus obras, los rasgos poéticos, mucho más mitigados que en Curtis Garland, vienen marcados, generalmente, por las situaciones argumentales: ese «lugar» en el que se realizan o se aniquilan nuestros sueños.

Paisajes posnucleares o con una inexplicable y turbadora cotidianidad, parejas solitarias en mundos de reciente colonización, en tiempos que aún no han llegado, pueblan varias de sus obras. Así como el amor: en ciertos pasajes, los protagonistas causan desconcierto en el lector al mantener unas actitudes, en su partida hacia planetas lejanos, tan idealistas y esperanzadores, que rozan lo místico.

La poesía en A. Thorkent, de ordinario, aflora con más ímpetu en las narraciones que se hallan fuera del ciclo del Orden Estelar. En Marcus Sidereo, el evento poético hay que buscarlo, puntualmente, bien cuando el narrador ilustra el argumento a modo de crónica, bien en las ingenuas relaciones de los jóvenes protagonistas.

Ciertos acontecimientos en las narraciones de Ralph Barby marcan un hálito poético ―a veces con rasgos heroicos― muy sugerente y pleno de virtud.

La poesía en las novelas de este narrador incide en lo visual, con cuadros donde las descripciones muestran héroes que viven en la cuerda floja, debatiéndose entre la vida y la muerte. Y esa lucha existencial –de héroes clásicos, como he señalado– retrata una poesía que nos envuelve en la oscuridad, ya que sucede en planetas tétricos, poblados de singularidades, con un contexto mortecino gótico o nocturno.

Una poesía que nos sumerge, como en Curtis Garland, en estados mentales de pesadilla.

Y algo muy curioso nos brinda Clark Carrados/Glenn Parrish. Este autor, con historias desenfadadas y muy entretenidas, aunque se parecen mucho unas a otras, y con personajes sin evolución psicológica, que se van repitiendo de unas a otras novelas, oculta, sin embargo, y a poco que nos detengamos a analizar sus escenarios, un tono poético nada desdeñable.

Con un ritmo interno de la narración pausado, sin grandes fuegos de artificio, el registro de lo poético en este novelista vine acentuado por los ambientes crepusculares, colmados de apacible melancolía, de suave añoranza y de sentido de la pérdida por parte de los personajes principales.

También la poesía florece en las descripciones de la naturaleza cotidiana, donde, en multitud de ocasiones, contiene un aspecto dócil, pastoril, con ríos serenos y ondulantes campiñas cubiertas de hierba. Y al fondo, como un marco inalterable, los bosques, las cadenas montañosas nevadas o los océanos difuminados. Una lírica, en fin, de aspecto anacreóntico y doméstico.

Espero que con estas pequeñas notas, los amigos lectores se vean empujados a la lectura de, al menos, las novelas que en estas páginas reseño a través de sus portadas. Resultará una estupenda fiesta.

Luis Ángel Lobato

“Los ‘agentes’”, de Marcus Sidereo

Los «agentes»; por Marcus Sidereo [María Victoria Rodoreda Sayol]. Barcelona: Bruguera, febrero 1973. Colección: La conquista del espacio; nº 131. 

Reedición: Los enviados; por Master Space. Barcelona: Producciones Editoriales, 1982. Colección: Infinitum Ciencia Ficción; nº 36.

  • Género | materia: ciencia ficción | exploración espacial – invasiones extraterrestres – criaturas extrañas.

En la ciencia ficción existen escritoras de gran prestigio y, por citar solo unas cuantas, nombremos a Ursula K. LeGuin, Octavia Butler o Zenna Henderson. Pero es indudable que los hombres son mayoría en este campo, vaya usted a saber por qué. Ello es más obvio aún en la ciencia ficción española, y máxime en el mundo del bolsilibro. Dentro de este, las mujeres parecían estar supeditadas en particular a las colecciones románticas, y existe el caso de Corín Tellado como máximo exponente. Después tenemos a una autora que, sin embargo, se explayó en una gran diversidad de géneros; se trata de María Victoria Rodoreda Sayol (1931-2010), más conocida como Vic Logan o Marcus Sidereo, pero también como Johan Bergman, Ronald Carter, T. Danforht, Ian De Marco, Richard Dexter, Robert Dexter, Mark Donovan, Harry Feldman, Douglas Kirby, Chance Lane, Dorian Lane, Frank Loman, Dagmar Lorn, Rand Mayer, Rock Morley, John Palmer, Al Sanders, John Talbot o Holm Van Roffen, y acaso más.

Según parece, en su época tuvo un enorme éxito, lo que condujo a que las editoriales le solicitaran gran cantidad de material, por lo cual su marido, Juan Almirall Erliso (1931-1994), también escritor de bolsilibros bajo los seudónimos de Jack Adams, Milton Daunning, Robert Delaney,  Buck Donovan, Nelson Jefferson, Vie Haspe, Juck Hulton, Elliot Lander, Peter Owen, Cass Owerland, John Randall, Johnny Romano, Paul Sepal, Alice Stanley o Harry Tempal, hubo de echarle una mano, por lo que algunas de las novelas firmadas como Vic Logan o Marcus Sidereo son debidas a él, aunque no se sabe bien cuáles. 

Leyendo Los «agentes» se podría sospechar que es una de esas novelas debidas a Almirall, aunque yo apostaría más a otras aparecidas con posterioridad. Sin embargo, la autoría de él podría estar justificada porque hay ciertos comentarios que se extienden a través de la obra que no parecen debidas a una mujer, dado que traslucen un obvio machismo. Otra de las cosas que se detectan en esta novela, confrontada con las demás de Sidereo que he leído (pocas, a tenor de toda la obra ingente que desarrollara), es el enorme infantilismo con que enfoca el género de la ciencia ficción.

El arranque es bastante prometedor, y además irrumpe la trama de un modo casi experimental, para luego anclarse y trivializarse. Tenemos a un grupo de humanos malviviendo en un satélite donde el oxígeno se produce de manera artificial para que sobrevivan, tras haber sido destinados allí con fines de investigación. Cuando una nave por control remoto regresa conteniendo algún tipo de contaminación se desata todo, entrando los protagonistas en contacto con unas extrañas entidades a las que denominan «agentes» y también participarán en el meollo otras civilizaciones alienígenas.

Muchos son los factores negativos de la novela. Por un lado, la trama resulta trivial y se va estirando por medio de situaciones añadidas para seguir llenando páginas, con un enfoque de fantaciencia juvenil, propia de un tebeo de un par de décadas antes. Los personajes son de una simpleza apabullante, a tal punto que resultan por completo irreales, comportándose más como niños de siete años que como personas adultas. Y los planteamientos científicos son de una puerilidad total, hasta que el punto de que el lector con escasos (o nulos) conocimientos en la materia es consciente de lo absurdo de todo. Solo hay un detalle atractivo: el modo en que la Tierra, nuestro planeta, interviene en la historia y el perfil que se arroja de sus habitantes.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: *

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

“Cabalgando en el arco iris”, de Lou Carrigan

Cabalgando en el arco iris; por Lou Carrigan [Antonio Vera Ramírez]. Barcelona: Bruguera, 1986. Colección: Bisonte; nº 1956.

Reediciones: 

  • Barcelona: Ediciones B, 2000. Colección: Oeste Legendario; nº 70.
  • Barcelona: Ediciones B, 2001. Colección: Orgullo Mexicano; nº 24.

El estilo de Lou Carrigan es bastante peculiar: tiene apariencia de ligero, y mete bastante humor; sin embargo, de modo paralelo va deslizando elementos de mayor gravedad, que se van adueñando de la narración, y acaba por componer una narración de elementos férreos y de mayor profundidad. También hace uso del cinismo aplicado a todos los personajes, incluidas las féminas, lo cual ha ocasionado que por las redes se vean algunas reseñas que lo acusan de un profundo machismo, en lo cual yo no estaría de acuerdo (lo cual sí sucede con otros autores).

Las novelas del Oeste de Vera Ramírez, en comparación con los referentes cinematográficos, suelen estar a mitad de camino entre el wéstern crepuscular, tipo Peckinpah o las diversas muestras que surgieron hacia los setenta, y el spaghetti-western. Pero, al contrario que en estos últimos, suele proporcionar gran preponderancia a la historia de amor.

Aquí tenemos a un pistolero seco, temible y guarro que llega a una población, con el fin de cargarse a dos tipos mal encarados. Pero se topa con una guapa viuda que está siendo presionada por los terratenientes del lugar para que les venda a precio de risa su rancho y sus propiedades. Ella contratará al pistolero como guardaespaldas…

La historia se centrará en cómo ambos han de hacer frente a las argucias que van montando los rancheros para conseguir sus objetivos y, paralelamente a ello, en la historia de amor que va brotando entre dos personajes en apariencia tan poco afines. La lectura es amena y el estilo proporciona la solidez característica en su autor, destacando unos excelentes diálogos.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: ****

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

“Peor que morir”, de Lem Ryan

Peor que morir; por Lem Ryan [Francisco Javier Miguel Gómez]; ilustración de la cubierta, Miguel García. Barcelona: Bruguera, abril 1984. Colección: Héroes del Espacio; nº 204.

Reedición: Barcelona: P.U.L.P. (Publicaciones Universales de Literatura Popular), noviembre 2015. Colección: Space (digital); s/n.

  • Género | materia: thriller – ciencia ficción | invasiones alienígenas.

Más de una vez me he quejado (muchas veces con razón) de novelas encuadradas en determinadas colecciones (de ciencia ficción y terror, en concreto) que en realidad son intrigas policiales más o menos adornadas con elementos pertenecientes a la serie donde se encuadran. Muchas veces ello es debido a incapacidad o desinterés del autor hacia ese género referido, quien se siente más a gusto en ese territorio más común, y cumple lo justo para justificar su inclusión en la serie que toque. Algo muy distinto son los pastiches, esto es, textos en los cuales se mezclan dos (o más) géneros distintos, para jugar de forma intencionada con los contrastes que ello aporta. Eso es lo que hace Lem Ryan en esta novela y, de hecho, es una constante en su obra.

El protagonista de Peor que morir es el teniente Brampton, de Homicidios, quien inclusive viste la clásica gabardina, es cínico y huraño… Es decir, el clásico personaje de novela negra. El nuevo caso es el de una mujer asesinada, y todas las pistas conducen al marido, el cual al poco se entrega acusándose del crimen. Solo que lo justifica de una manera curiosa: ella no era su esposa. Lo parecía, pero… De este modo, en una intriga criminal clásica comienza a deslizar una trama al estilo La invasión de los ladrones de cuerpos, y el resultado aparece cautivante para los amantes de ambos géneros, que fusiona con especial maestría.

De tal manera, las investigaciones conducen a Brampton hacia una explicación que, mal que le pese, es la única posible, por increíble que parezca. El personaje, por cierto, es un cincuentón con sienes plateadas, pero por el cual se sienten interesadas, a lo largo de la historia, dos féminas, una agente que trabaja en las oficinas de la comisaría y una periodista curiosona. El estilo literario de Ryan es enérgico, vibrante, y tiene un nivel algo superior a la media en los bolsilibros. Merece la pena.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: ***⅟₂

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

“Colmillos vengadores”, de Ray Lester

Colmillos vengadores; por Ray Lester [Juan Mora Gutiérrez]; ilustración de la cubierta, Alberto Pujolar. Barcelona: Bruguera, abril 1974. Colección: Selección Terror; nº 61.

Reedición: incluida en Misterios, aventuras y disparos con Ray Lester; textos, Ray Lester, Toni Mora; ilustraciones, VVAA. Sevilla: ACHAB, 2019. Colección regular; nº 12. Incluye las novelas: Invasión verde; Colmillos vengadores; Telefonistas agresivas; Veterano del amor; Negras aguas de muerte; Salvajes civilizados.

  • Género | materia: terror – thriller | animales en rebeldía – venganzas de ultratumba – Scooby-Doo

Hasta ahora no habíamos tenido oportunidad de tratar aquí al escritor Ray Lester o, lo que es lo mismo, Juan Mora Gutiérrez. Reconozco que soy un poco monotemático, e intentaré irlo solventando con reseñas de autores poco o nada tratados.

El anciano cabecilla de una familia fallece, y los herederos se reúnen en la mansión para recibir la lectura de la herencia. Pero primero han de acontecer dos hechos: uno, que su fiel perro sea enterrado junto a él (el animalito está vivo); dos, que han de pasar un par de meses hasta la lectura de sus resoluciones. En ese lapso, el perrito parece que sale de la tumba y se dedica a cargarse a los avariciosos de los hijos.

Esta sinopsis hace pensar, por un lado, con lo de los herederos, en la novela Diez negritos de Agatha Christie; en cuando a lo del perro vengador y sobrenatural, la mente acude de inmediato a El perro de Baskerville de Sir Arthur Conan Doyle (aquí, igualmente, despide cierto fulgor en la oscuridad). Y esta segunda alusión, de forma indefectible, hace pensar en la resolución realista por parte de Sherlock Holmes.

Gran parte de la novela se dirime en conversaciones entre los herederos, el abogado de la familia (y protagonista del relato) y una de las jóvenes y guapas herederas (recurso romántico de la función). Ello conduce a que la narración tenga mucho de melodrama, con unos cuantos crímenes intercalados en medio y un cierto intento de crear un poquito de terror. El caso es que, de todas maneras, los diálogos tienen solidez, los personajes sustancia y la novela se halla escrita con bastante corrección, siendo bastante inferiores los fallos de redacción característicos de este tipo de ediciones. La trama no es muy original, resulta previsible en bastantes detalles y lo que se dice de terror no es mucho. Pero es un buen trabajo, dentro de la media.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: ***

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

“Año 2.000, fin del mundo”, de Keith Luger

Año 2.000, fin del mundo; por Keith Luger [Miguel Oliveros Tovar]; ilustración de la cubierta, Rafael Griera. Barcelona: Bruguera, agosto 1971. Colección: La conquista del espacio; nº 52.

Reedición: prólogo de Ricardo Muñoz Fajardo: «Las novelas pulp, las novelas de a duro». Madrid: Libros Mablaz, 2016. Colección: Libros Mablaz; 117 – Ciencia ficción y fantasía; nº 32.

  • Género | materia: ciencia ficción | invasiones extraterrestres – catástrofes mundiales.

Ambientada en el año 2000, como su título desvela, esta novela presenta a un piloto de avión ultrasofisticado que descubre que los habitantes de un planeta lejano, que son gelatinosos pero pueden adoptar cualquier apariencia, desde un pulpo andante hasta una señora despampanante, pretenden destruir nuestro planeta.

Como es norma en la literatura de Miguel Oliveros Tovar, la historia, adopte las bases temáticas de la ciencia ficción, el wéstern o el policial, se alimenta sobre la guerra de sexos. Aquí no importa tanto esa invasión alienígena, sino el enfrentamiento que el protagonista tiene con las féminas. Ya pueda ser con la coprotagonista, con la cual tendrá sus rifirrafes, hasta que al fin se enamoren, o contra la mala; aquí se dan ambos casos. Primero, con una psicóloga que está más centrada en su trabajo que en los amoríos, por lo que nuestro protagonista la obsequia con unos comentarios machistas de lo más denigrantes. Y luego, con la líder de los alienígenas, que toma las formas de una hembra de armas tomar.

Precisamente, no podrán tomar las armas los terrícolas contra esa invasión, dado que los superiores de nuestro héroe no le creen. La estructura de la historia recuerda más bien a las películas de ciencia ficción japonesas que la Toho desarrollaba al margen de las de Godzilla, o también intercalando una trama alienígena en estas. Escrita en 1971 y ambientada en el 2000, presagia la caída del Muro de Berlín, así como el hecho de que en el 2000 las cosas no serán muy distintas a como lo eran en 1971, salvo esos aviones y un rayo láser que tiene a los terrestres como a un niño con zapatos nuevos.

Es ligera, tirando a tontorrona, muy simple y elemental, pero Keith Luger tenía la capacidad de intentar resultar divertido, y conseguirlo. No todos pueden presumir de eso…

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: ***

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

“Tu cabeza o la mía”, de Eddie Thorny

Tu cabeza o la mía; por Eddie Thorny [Eduardo de Guzmán]. Tánger: Editorial Marroquí, [s. a.], Colección: El Antifaz de Oro; ¿s/n?

Reedición: Madrid: Editorial Tesoro, 1965. Colección: La Novela Negra; nº 62.

Byron Smith, escritor de éxito de novelas y obras de teatro de asunto policiaco, se levanta una mañana en su apartamento con bastante resaca y descubre el cadáver de una mujer llamada Agatha que yace en su sofá. Ha sido envenenada. Es una antigua conocida que se dedicaba a chantajear a sus examantes. El caso se complica cuando avisa a la policía y unas horas después descubren otro cadáver: en este caso el del acompañante habitual de la joven, un fotógrafo (Foote) que colabora habitualmente en sus chantajes. Ha aparecido también asesinado, en este caso con un tiro en la cabeza. El problema para Byron Smith es que el crimen ha sido cometido con una pistola de su propiedad que se encuentra al lado del segundo cadáver vinculado a su persona.

De Eduardo de Guzmán (Villada, Tierra de Campos, 1908-1995), ya se han proporcionado algunos datos biográficos en este blog, en la reseña de Duelo de titanes (1-julio-2020) por ejemplo, que el lector puede consultar. Asimismo, sobre sus novelas policiales o sobre el F.B.I, con el seudónimo en general de Eddie Thorny, se puede leer la crítica sobre Doce horas para morir, publicada también en esta bitácora (28-diciembre-2022).

Este bolsilibro tiene la particularidad de haber sido impreso en Tánger por la Editora Marroquí, una imprenta asociada a la Librería Cremades de Tetuán que publicaba diversos tipos de libros en castellano en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, durante el Protectorado español de Marruecos, y que sobrevivió algunos años después de la independencia marroquí en 1956. Entre las obras publicadas, dentro del género del bolsilibro, estaría esta novela de quiosco en la colección «El Antifaz de Oro», que no se encuentra registrada en la Biblioteca Nacional de España, pero sí una reedición de 1965 en la Editorial Tesoro. Un libro con un formato de 21×13 cm., un poco más grande del habitual, y con 103 páginas. De igual manera, la Editora Marroquí lanzó la revista Suspense: crónica del suceso mundial, sobre «el enigma y la intriga policíaca real o imaginaria», editada por el Diario España de Tánger.

De nuevo, como en Doce horas para morir, nos encontramos con una novela muy consistente, con trama compleja, bien desarrollada, muy pensada por el autor para que todo encaje dentro de esa complejidad y donde el lector nunca descubra quién pueda ser el asesino o asesinos hasta el desenlace final. En este sentido, es una novela ejemplar, un mirlo blanco del género bolsilibresco.

El anteriormente citado Byron Smith estaba dando una fiesta para anunciar su próximo matrimonio con Irma, una bella mujer dedicada al mundo de la moda. Todo le iba bien en la vida personal y profesional, salvo esa metralla en la cabeza consecuencia de su participación en la II Guerra Mundial, que le puede producir algún trastorno mental en el futuro, según le advirtió el cirujano que le operó. Porque cosa de locos parece lo que está ocurriendo, piensa Byron. El inspector del Departamento de Policía de Nueva York, Bishop, opina que las «pruebas» contra Byron (cadáver envenenado en su casa, su pistola usada para matar al fotógrafo) son tan obvias que conviene dejarlas en conserva y buscar otros caminos de investigación.

La galería de personajes es reducida: de nuevo aparece un periodista, Drury, que sabe más de lo que puede publicar (como ocurre en Doce horas para morir), y tres magnates que habían asistido a la fiesta de despedida de solteros: Arbucle, Hendryx y Nyle. Bien situados, con negocios en principio legales, aunque es sabido que las apariencias engañan. Y más cuando el Syndicate del crimen no parece haber sido eliminado. El director de un periódico (Sanders) y dos agentes especiales del F.B.I., que aparecen en la fase final de la novela, completan un núcleo de pocos personajes entre los cuales a Eddie Thorny le gusta situar al asesino, sin recurrir a ninguna sorpresa externa, procurando que sea el menos obvio y que todos los movimientos y cruces de personajes, conversaciones y hechos encajen, como ya se ha comentado, como un mecanismo de relojería. Un hecho a resaltar es que las mujeres no son adornos ni personajes secundarios para cumplir con el expediente exigido por el género (el del bolsilibro, quiero decir), sino personajes con consistencia y peso en la trama.

La novela está narrada en primera persona por Byron, desde sus temores a la locura por su herida de guerra y su miedo a morir asesinado, con sus dudas y cábalas sobre hechos cada vez más enredados y absurdos a los que no encuentra causa ni razón y que se obstinan en señalarle a él como culpable, cuando él y, por tanto, los lectores sabemos que es inocente. Una destreza particular de Eduardo de Guzmán son los diálogos, nunca de relleno, con conversaciones muy propias de la novela negra o el cine noir, llenos de detalles que caracterizan a los personajes, les dotan de rasgos particulares, y que son mordaces y a veces irónicos. El contenido político es muy destacable, pues la supervivencia del Syndicate del crimen (teóricamente desarticulado) reaparece asociado a millonarios de conducta intachable, mientras no se demuestre lo contrario. Syndicate que, según Eddie Thorny, tiene una cúpula dirigente que funciona como una Gespato o una G.P.U de killers: «el terror que imponen es igual al de los modernos estados policiales y monolíticos». A buen entendedor, pocas palabras.

Para finalizar: el bolsilibro no tiene fecha de impresión, ni hemos podido conseguirla por otro cauce. Ahora bien, a Eddie Thorny/Eduardo de Guzmán le gustaba introducir hechos de actualidad para dar mayor verosimilitud a su obra: en la novela cita a un tal Anastasia, famoso capo del Syndicate estadounidense del crimen condenado en California en 1957, un año antes de los hechos que narra nuestro libro. Por tanto, la redacción de la novela podemos situarla, probablemente, en 1958. (También aparece citado un tal Nixon).

Excelente bolsilibro. Excelente novela publicada en un mundo desparecido como fue aquel Tánger, ciudad con estatus internacional, donde se editaron libros, revistas y periódicos españoles.

Gonzalo Francoblanco

Calificación ****