“Las criaturas del frío”, de Curtis Garland

Las criaturas del frío; por Curtis Garland [Juan Gallardo Muñoz]; ilustración de la cubierta, Ángel Badía Camps. Barcelona: Bruguera, marzo 1973. Colección: La conquista del espacio; nº 139.

  • Género | materia: ciencia ficción | distopías – sociedades futuras – conspiraciones – avances tecnológicos – zombis.

El título de Las criaturas del frío hace pensar, acaso, en una trama sobre un viaje espacial y la llegada a un planeta inhóspito y helado, habitado por seres aclimatados a un frío extremo que atacan a la tripulación. Craso error, pues se trata de un título simbólico.

De todos es sabida la cinefilia de Juan Gallardo Muñoz (en sus inicios inclusive trabajó de crítico cinematográfico), y no es raro encontrar en su obra influencias y homenajes en tal sentido. En el argumento de esta novela se conjuntan ideas procedentes de dos películas diferentes de la época, pero ambas protagonizadas por Charlton Heston: una es El último hombre… vivo (The Omega Man, Boris Sagal, 1971) en lo que respecta a una secta religiosa fanática, vestida con hábitos de monje, y que provocan desaguisados en la sociedad futura en la que se ambienta el bolsilibro; la otra es Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, Richard Fleischer, 1973) en el tema de los humanos a punto de perecer, y a los que el Estado somete a un proceso misterioso. Insistiendo en el tema cinéfilo, en los nombres de los personajes también hay diversas pistas: el protagonista se apellida Dreyer, al igual que uno de los más grandes directores de la historia del cine, Carl Theodor Dreyer, y responsable de un mítico filme, La palabra (Ordet, 1955), que trata el tema de la resurrección humana, el mismo de la novela. Y otro personaje se llama Frye Zucco, que fusiona el nombre de dos míticos actores de cine de terror clásico, Dwight Frye y George Zucco, y aquí destinado únicamente, imagino, a modo de homenaje.

Hemos mencionado el tema de la resurrección, uno también caro a la novelística de Gallardo; el proceso que se experimenta aquí se denomina Lazarus, y precisamente el autor tiene otra obra en la misma colección denominada Yo, Lázaro (en el número 22, y reeditada en el 382, y luego reaparecida en Astri en su número 10 de «Ciencia Ficción»). Hay alusiones al personaje bíblico, Lázaro de Betania, y también se compara el ritual que se efectúa con el entierro de los faraones egipcios. Aquí, cuando una persona está a punto de fallecer, instantes previos al fatal desenlace se le aplica un tratamiento que lo lleva a la criogenización. Las leyes obligan a todo el mundo a someterse a ese acto, pagándolo, eso sí, de su bolsillo, y hay un comercio instaurado en torno a ello, con una multinacional implicada en ello.

Cuando comienza la novela, tres científicos acaban de recibir el Nobel debido a un descubrimiento que hace que la muerte no sea el punto final de la existencia humana, pues de hecho suyo el modo de desbaratarla. Los muertos criogenizados, pues, serán despertados. Todos los humanos congelados están ocultos en un sitio que nadie conoce, aunque cabría pensar que el espacio físico para ello ha de ser ingente. Ahora, con su resurrección, la Tierra sufriría una sobrepoblación inadmisible. Los mandatarios de esa sociedad futura (o Gallardo) no parecen pensar en ese inconveniente.

El autor, en su primera parte, se centra en especial en describir la conspiración y hacer una lectura política muy sugestiva. Contrapone a esa secta religiosa que se opone a los avances científicos con ese Sistema que está supeditado a una gran corporación que mueve los hilos y que se rige solo por el beneficio económico, sin tener en cuenta el peligro que ello represente. En la segunda parte, impulsado por las expectativas que se formen los lectores más convencionales, se ve impelido a meter algo de acción, pero el resultado global no se resiente. La estructura que emplea es muy similar al de otra novela suya, La noche de los terrores (LCDE 60), también excelente, pero aquí la carga crítica que contiene eleva aún más el nivel, convirtiéndose en una de las joyas del autor y de la colección.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: *****

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

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