“La cripta”, de Curtis Garland

La cripta; por Curtis Garland [Juan Gallardo Muñoz]; ilustración de la cubierta, Desilo. Barcelona: Bruguera, septiembre de 1974. Colección: Selección Terror; nº 83.

Género | materias: terror | herencia – fantasmas

Lo primero que nos encontramos en esta novela es un pequeño extracto de la obra de Poe «El entierro prematuro». De esta forma, el autor nos indica que en la historia vamos a encontrarnos elementos que aparecen en dicha obra, como son el miedo a quedar enterrado en vida por sufrir catalepsia. Curiosamente, repasando algunas reseñas anteriores, Garland realiza la misma jugada también en su genial entrega nº2 de esta misma colección.

En esta entrega destacan dos elementos por encima del resto, en los cuales el autor ya nos ha demostrado muchas veces que es todo un maestro; por una parte la capacidad de crear una atmósfera que pone los pelos de punta con un clima hostil y un lugar para nada agradable donde pasar la noche como es un mausoleo; y en segundo lugar con la presentación de varios personajes desconocidos que se encuentran y conocen en algún lugar determinado. Con todo esto, que abarca tres cuartas partes de la historia, Garland ya tenía más que garantizada una buena nota, 4 sobre 5. No le doy más porque, en mi opinión, el final no está a la altura del resto de la novela por su sencillez, pero aun así es una conclusión coherente y encaja perfectamente.

De nuevo Garland nos traslada a su musa Inglaterra, a alguna parte entre Durham y Newcastle. Hasta tres arcos argumentales van a reunirse en un mismo lugar, buscando refugio de las inclemencias de una fortísima tormenta plagada de rayos y truenos. Por una parte tenemos a dos jóvenes amigas huyendo de un internado donde eran sometidas a continuos maltratos por parte del personal. Una enigmática y bella viuda que se dirige en taxi hacia un pueblo cercano a la zona en la que suceden los hechos. Y un tipo detestable, viajando en tren en ese momento por la zona, que desea deshacerse de su esposa para quedarse con su herencia.

Todos y cada uno de ellos van a llegar de diferentes formas hasta el mausoleo donde se desarrolla la parte final de la historia. Allí les recibirá el último y más fiel servidor de la poderosa y a la vez que maldita familia Shelly, la cual encargó construir este peculiar mausoleo por su temor a la mencionada enfermedad de la catalepsia. Curiosamente, como si todo fuese movido por los hilos del destino, la fecha en la que todos llegan hasta dicho lugar es una fecha muy importante y esperada por algunos. Una noche plagada de aterradores y reveladores acontecimientos espera a los casuales huéspedes.

José M. León

“Un caso policíaco”, de Eddie Thorny

Un caso policíaco; por Eddie Thorny [Eduardo de Guzmán Espinosa]. Madrid: Rollán, 1955. Colección: FBI; nº 249.

  • Reedición: Pinto, Madrid: Editorial Andina, 1979. Colección: Bolsilibros EASA – FBI; nº 157.

Es evidente que, a la hora de escribir bolsilibros, tarea en la cual muchos de sus autores encadenaban obra tras obra y producían ingente cantidad de textos, el repetirse había de suponer un contexto incuestionable. En «FBI» nº 154 (1953), Eddie Thorny publicó Crímenes en Reno; dos años después, el escritor recuperaba en cierta manera una idea similar: en ambas, un marido descubre una doble vida de su esposa que desvela una intrincada trama conectada con el mundo del crimen. Sin embargo, el resultado es muy diferente, y demuestra la habilidad de Guzmán Espinosa para manejar ideas similares y convertirlas en otra cosa.

Aquí, el protagonista está casado, pero la actitud fría y seca de su esposa los ha distanciado. Él efectúa constantes viajes de negocios, y en ellos se relaciona frecuentemente con su jefe… y la adorable hija de este. Finalmente, sucede lo que debía pasar: un simple y casto beso. Sin embargo, a Eldon, que ese es el nombre del joven, eso le provoca tremendos remordimientos y decide cortar de raíz con Gladys, regresando junto a su esposa… para descubrir que esta ha desaparecido. Pronto, se desvela que ha muerto en un accidente de tráfico, vestida y pintada como una pelandusca. A partir de ahí, la acción pasa a manos de Gladys, que se ocupa de investigar para curar la conciencia del hombre, que cree que su mujer se ha convertido en una casquivana por culpa de él. Y más adelante aparecerá un agente del FBI, hermanastro de Gladys.

Como es norma en Thorny, maneja la acción con habilidad a partir de una construcción con pocos capítulos muy largos, por medio de párrafos prolijos y densos, utilizando una sintaxis elaborada y, sobre todo, creando personajes con carisma y potencia. Uno parece encontrarse con una película del género negro de los años cuarenta, que muy bien podría haber dirigido Otto Preminger o Joseph H. Lewis. Poco a poco, la investigación que efectúa Gladys va poniendo en evidencia una trama de corrupción, con un individuo sin escrúpulos que dirige un casino, y donde irán confluyendo los personajes.

Dada la época en que está escrita la novela, los personajes femeninos están construidos por medio de diversos esquemas y arquetipos que traslucen, vistos a partir de la perspectiva actual, cierto enfoque machista, y con esa perspectiva ha de verse sin darle más importancia. Sin embargo, cierto es que, pese a todo, Gladys muestra unos rasgos resolutivos y cierto empoderamiento, pues es su acción la que conduce a la resolución del conflicto, si bien la intervención del FBI, como cabe esperar, es precisa para dar por finiquitado el caso.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: ***

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

“La noche de la momia”, de Curtis Garland

La noche de la momia; por Curtis Garland [Juan Gallardo Muñoz]; ilustración de la cubierta, Alberto Pujolar. Barcelona: Bruguera, septiembre de 1973. Colección: Selección Terror; nº 29

Género | materias: terror | momias – humanos resucitados

La novela comienza con una escena situada en el tiempo de los antiguos faraones y sus majestuosas pirámides. La bellísima sacerdotisa Hatharit y su comitiva de sacerdotes están acompañando al fallecido faraón Ekhotep a ser instalado en su última morada, la cámara funeraria de su fabulosa pirámide. De repente se escucha un fuerte crujido y sus ojos van hacia la pesada piedra de la entrada que comienza a sellar la cámara, algo totalmente inesperado; nadie le había dicho que iban a encerrarla allí junto a los restos de Ekhotep. Un sentimiento de horror se apodera de Hatharit, que acaba de darse cuenta de que ha sido enterrada en vida en aquella trampa piramidal de donde no hay escapatoria posible.

Gradualmente, los sentimientos de la sacerdotisa se van transformando en indignación, rabia y odio. ¿Cómo han osado encerrarla a ella? A la gran Hatharit, hija del dios de las tinieblas, ella, que siempre ha manipulado al faraón a su antojo por medio de sus favores sexuales. En un arranque de furia decide vengarse de Ekhotep. Recurre a todos sus conocimientos de artes oscuras y ancestrales para devolver a Ekhotep a la vida y que jamás pueda obtener el descanso. Una serie de cánticos rituales y un pacto de sangre sellan su destino en una terrible y diabólica maldición: cuando la entrada de la cámara vuelva a abrirse dentro de miles de años, Hatharit y Ekhotep volverán a la vida para reinar en el mundo entero una vez más.

Después de esta primera escena el autor nos traslada a Egipto, en 1890, con un grupo de arqueólogos que están a punto de entrar en la tumba de Ekhotep, pese a las supersticiones acerca de una maldición mortal para los inconscientes que penetren en ella.

La noche de la momia es en mi opinión una de esas entregas flojitas del gran Garland, donde la ambientación y los personajes son políticamente correctos y poco más, no he encontrado ninguna sorpresa ni nada realmente destacable que me permita otorgarle una mayor nota, para colmo el final no me ha gustado, me ha parecido una salida fácil y fea. 2,5 sobre 5.

José M. León

“Extorsión”, de Eddie Thorny

Extorsión; por Eddie Thorny [Eduardo de Guzmán Espinosa]. Madrid: Rollán, 1953. Colección: FBI; nº 246.

Reedición: Madrid: Rollan, 1971. Colección: Selecciones FBI; nº 481.

NOTA: La propia Rollán editó otra novela, también titulada Extorsión, obra de Everett Crawson [Ángel Rodríguez Illera], en la colección «Murder Club» nº 8. Y hay otra llamada igual, escrita por Marcial Lafuente Estefanía, editada, al menos, por Bruguera en abril de 1979, dentro de «Oeste Legendario» nº 596.

Earl P. Jarvis es un exitoso autor teatral y literario de temática criminal, que tras una fiesta en su apartamento despierta y halla en el sofá, muerta, a una individua de no muy buenos antecedentes, y que incluso le chantajeó años atrás. Como es lógico, será sospechoso, y el capitán de Homicidios encargado de la investigación, el irlandés Leland O’Rourke, si bien es amigo de él desde tiempo atrás, no termina de desestimar su culpabilidad, aunque se aviene a que, aprovechando su experiencia profesional —antes, además, fue reportero de sucesos—, investigue de igual modo el caso.

Una interesante intriga criminal, que en todo caso se ve perjudicada por una costumbre habitual en Thorny como es el hecho de que la policía dé demasiada preponderancia a datos circunstanciales, así como confiar como prueba la declaración de cualquier testigo, lo cual no es muy fiable, como es obvio. También se recurre a la cabezonería de los personajes para que suceda algún elemento «porque sí», y de ese modo conducir la trama hacia donde desea el autor. En todo caso, como también es norma en Espinosa, está bien escrita, tiene fuerza, buenos personajes y un nivel superior a la media. Muchas de las novelas del autor podrían reeditarse dentro de una colección «normal», sin el estigma de ser «bolsilibros», algo que para muchos estudiosos sigue siendo señal de ramplonería.

Dado el título de la colección, es evidente que el FBI intervendrá, aunque su aparición tiene lugar transcurrido el ochenta por ciento de la novela. Y, como es obvio, si esa institución está metida de por medio, sabemos que el caso tiene más extensiones de lo que aparenta al inicio. La identidad de quién comete los crímenes, por mi parte, la adiviné con bastante antelación, y pretende ser una sorpresa, si bien es de reconocer que ello altera la estructura tradicional de este tipo de publicaciones.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: **⅟₂

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

“¡Suerte y audacia, muchacho!”, de Kelltom McIntire

¡Suerte y audacia, muchacho!; por Kelltom McIntire [José León Domínguez Martínez]; ilustración de la cubierta, Desilo. Barcelona: Bruguera, 1977. Colección: Punto rojo; nº 811.

  • Reedición: Memorias de una Olivetti; por Kelltom McIntire. Sevilla: ACHAB, mayo 2020. Contenido: «Noche de pesadilla»; «Tildrich, Base Uno»; «La última criatura»; «Los desesperados de Xantroo»; «¡Suerte y audacia, muchacho!»; «La ciudad muerta».

Ya se ha hablado aquí a menudo de Kelltom McIntire, activo cultivador de bolsilibros de temática de terror, ciencia ficción y policial, caso este último que se da aquí con esta novelita de chocante título, ¡Suerte y audacia, muchacho!, frase que empleaba otrora el «malo» de la novela —dato que se descubre a posteriori, y que hubiera merecido algún flashback previo para ilustrar ese hecho, como prólogo acaso— y que después será reutilizada en varias ocasiones y contextos, creando un buen nexo de unión.

El protagonista es Chad Martin, quien narra en primera persona lo que acontece. Cuando arranca la novela está en muy mala situación económica. Primero se encuentra con un viejo conocido, Julius Carpenter, quien lo contrata en su agencia de detectives, pero pronto Chad se siente estafado; querría montar su propia oficina de investigación, pero para ello necesita cinco mil dólares para crear el negocio. Entonces se topa con Glen Palmer, otro antiguo conocido, que muy amablemente se ofrece a prestarle ese dinero. Él acepta, abre su despacho de investigador privado… y Palmer «regresa» para cobrarse el favor, por medio de un asunto de pornografía infantil. La fatalidad que asalta a Chad, con dos amigos del pasado suponiendo una flagrante decepción, son un elemento muy sugestivo.

El arranque de la novela es estupendo, dentro de su sencillez, al poner al lector en situación de todas las circunstancias referidas, el inicio de la creación de la oficina, alguna misión… y la inmediata presión por parte de Palmer para implicar a Chad en el asunto delictivo referido. El detective, pronto, intenta desvincularse de los chanchullos de Palmer, pero entra en una espiral que lo va envolviendo más y más.

Como se refiere, todo ese inicio está muy bien. Con el estilo habitual de McIntire, de aparente sencillez, que se lee con muchísima facilidad, y a través de personajes cercanos y directos. El problema viene cuando, al fin, Palmer se venga de Chad, momento en el cual la historia se va volviendo de lo más inverosímil, con todos acusando al detective, y donde ni siquiera su abogado, no solo no le cree, sino que ni le escucha siquiera ni se molesta en crear una defensa, y con la policía comportándose como facinerosos. A partir de ese momento, la convicción de que hacía gala la historia se derrumba. Permanece, por supuesto, el buen oficio de narrador de José León Domínguez Martínez, la novela se lee con interés, y el clímax es emocionante. Pero con ese punto de partida podría haber llegado a algo mucho mejor.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: ***

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

“Las doncellas del horror”, de Curtis Garland

Las doncellas del horror; por Curtis Garland [Juan Gallardo Muñoz]; ilustración de la cubierta, Alberto Pujolar. Barcelona: Bruguera, agosto 1974. Colección: Selección Terror; nº 75.

Género | materias: terror | goticismo – sadismo – científico loco

Una vez más el autor nos emplaza en el territorio de Inglaterra, exactamente en Chelsea, en un orfanato solo y exclusivamente para chicas. Aquí es donde transcurre la primera parte de la historia, y en ella se nos presenta a Lady Joan Bestwick, una mala pieza que dirige dicho lugar con mano de acero y tiene sometidas a todas las jóvenes bajo un reinado de terror a base de castigos severos y muy severos. Para más inri, se nos da a entender que las chicas, cuando llegan a encontrar a alguien interesado en «acogerlas», solo salen del lugar para encontrar un destino aún más miserable, siendo explotadas como prostitutas o cualquier otra cosa deplorable.

Más adelante el autor nos presentará al protagonista, Peter Shelton, hijo del dueño de una prestigiosa firma de abogados en Londres, así como el resto de la trama; al parecer un viejo ricachón, a punto de morir por enfermedad, contrata a Peter para que encuentre a su nieta desaparecida y última descendiente con vida de su linaje, antes de que le llegue su hora. Así Garland nos guiará a través de Peter en la búsqueda de dicha nieta y enlazará la historia con la de la primera parte.

El autor aún nos presentará un último escenario y, por ende, arco argumental para el desenlace final, en sus últimas páginas, pero desgraciadamente es poco el espacio dedicado al desarrollo de esta parte, por lo que uno se lleva a preguntar si realmente era necesaria esta tercera inclusión en detrimento de un menor desarrollo de cada una de las tres partes mencionadas; quizá hubiera sido mejor dejarla en solo dos de tres y darle más profundidad.

Esta entrega se me ha antojado bastante descafeinada para el nivel al que Garland me tiene acostumbrado. No es que sea una mala obra, pero cuando te acostumbran a comer jamón 5 jotas y luego te dan jamón de cebo la diferencia se nota. Toda la historia se resume en un par de párrafos escuetos sin perderte gran detalle y es que en la trama no hay nada que destaque especialmente, ni el papel del protagonista, ni el de los «malos», ni el trasfondo o desarrollo, ni mucho menos la bella damisela en apuros de turno. Para esta ocasión y con dolor en mi corazón me veo obligado a endosarle un 2,5 de 5.

José Manuel León Serralbo

“Megápolis”, de Clark Carrados

Megápolis; por Clark Carrados [Luis García Lecha]; ilustración de la cubierta, Longarón [Jordi Longarón Llopart]. Barcelona: Toray, 1966. Colección: Toray Ciencia Ficción – primera época; nº 11.

Género | materias: ciencia ficción | civilizaciones futuras – distopías.

La presente novela de Carrados tiene una extensión superior a lo habitual, 138 (frente a las 128 que, en la época, eran la norma), aunque en realidad esta colección, durante la etapa presente, solía adoptar una extensión ecléctica, y sus entregas variaban de extensión, imagino que según diera de sí el original.

Aquí Lecha plantea una trama bastante habitual en su novelística. De hecho, en cierta manera, se podría considerar un remake la posterior El número uno, que publicaría con el seudónimo de Glenn Parrish en «La Conquista del Espacio» de Bruguera, número 48 (1971). Las diferencias entre ambas novelas son nimias, y aliento al lector a que las lea seguidas para ir calibrando las variaciones argumentales.

Así pues, aquí tenemos una sociedad totalitaria, donde las diversas ciudades, tras muchos siglos, se han ido ensanchando y uniéndose, hasta formar una sola en todo el planeta, esa Megápolis del título. Están regidos por una macro-computadora, aunque también hay una policía que se dedica a obligar que los ciudadanos cumplan las rígidas leyes, entre las que se incluyen indicar qué profesión ha de practicar cada cual y con quién casarse. En esto, el protagonista se topa con una muchacha que está huyendo de la policía: le han indicado una serie de candidatos para casarse y no le gusta ninguno, la muy caprichosita. Como es norma en Lecha, la casualidad une a una pareja a partir de la cual se desarrollará una trama, que implica el dominio de la humanidad por parte de una supercomputadora que rige nuestros destinos. O eso parece, en principio.

Cada capítulo, al arrancar, dispone de un breve texto que se supone pertenece a un ensayo publicado a posteriori de lo que se narra, y que, poco a poco, va poniendo al lector sobre la pista de cómo se forjó esa sociedad. Por lo demás, lo de siempre en Carrados: una trama sencillita, que literariamente podría compararse, en el ámbito cinematográfico, con los «Estrenos TV» que poco después se pondrían de moda. Entretenida, simpática, se deja leer como una evasión. Es como un 1984 de bolsillo, y se deja leer sin disgusto.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: ***

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

“¡Roba o muere!”, de Louis G. Milk

¡Roba o muere!; por Louis G. Milk [Luis García Lecha]; ilustración de la cubierta, Miguel García; ilustración interior, Costa. Barcelona: Bruguera, noviembre 1965. Colección: Punto Rojo; nº 184.

Hart Rafferty trabaja de cajero en un banco. Un día, es asaltado por un atracador solitario, y a partir de ahí su existencia variará notoriamente. Una novela de García Lecha bastante divertida y entretenida, y con un personaje protagonista muy atractivo, a tal punto que es más complejo psicológicamente de lo que es norma en el autor. Al principio es un personaje tímido y cohibido, pero a lo largo de su experiencia se irá volviendo alguien con más seguridad y autoconfianza.

La novela arranca con un elemento humorístico, como es cuando decide despedirse vaciando sobre la calva del jefe dos tinteros (uno negro y otro rojo) y luego sacándole la lengua (la propia, no la del jefe). Luego, sin embargo, la trama adquirirá rasgos más serios, siempre dentro de la ligereza del autor. Interviene, como es norma en él, una muchacha atractiva que iniciará una relación con el protagonista, y también un grupo de atracadores llamados «Los Cinco Muñecos», dado que lucen perfectas caretas que muestran una absoluta inexpresividad.

Un elemento inverosímil representa que el protagonista va a comisaría, revisa los libros con fotografías con delincuentes para identificar al atracador, y ahí mismo, en los álbumes, junto a la foto figura el nombre y dirección del personaje. Hay alguna incongruencia más, pero en todo caso, tampoco importa mucho. El ritmo, la simpatía y el desarrollo ayudan a paliar males menores y ¡Roba o muere! acaba convirtiéndose en una novelita tan liviana como agradable de leer.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: ***

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

“Los hijos de las tinieblas”, de Ralph Barby

Los hijos de las tinieblas; por Ralph Barby [Rafael Barberán Domínguez]; ilustración de la cubierta, Rafael Griera. Barcelona: Bruguera, 1971. Colección: La Conquista del Espacio; nº 27.

Reedición: ilustración de la cubierta, Antonio Bernal. Barcelona: Bruguera, marzo 1983. Colección: La Conquista del Espacio; nº 659.

  • Género | materias: ciencia ficción | invasiones – mundos perdidos – intraterrestres.

Curiosa novela por parte de Ralph Barby, en uno de los primeros títulos de la colección «La Conquista del Espacio», aunque lo cierto es que, a estas alturas, este ya era un veterano de la misma: previamente había ofrecido otros cuatro aportes a ella, en concreto Supervivencia (nº 3), Planeta rebelde (6), El canje (12) y Un minuto en la cuarta dimensión (16). Aparecida en 1971 —y reeditada doce años después en la misma serie—, Los hijos de las tinieblas, sin embargo, semeja más propia de quince años antes, y recuerda bastante a lo que pudiera haber publicado Toray en «Espacio – El Mundo Futuro». Aquí no tenemos extraterrestres, sino intraterrestres, es decir, una civilización perdida oculta en el interior de la Tierra, y que amenaza a la superficie.

Efectivamente, este tipo de trama parece más propio de la referida colección, aunque su temática puede rastrearse hasta aportes mucho más lejanos. Sería un poco aventurado retrotraer la idea de civilizaciones en el interior de la Tierra hasta La Divina Comedia (Divina Commedia, ca. 1308-1321), de Dante Alighieri, aunque un poco más acertado sería llegar hasta Viaje al mundo subterráneo (Nicolai Klimii Iter Subterraneum, 1741), de Ludvig Holberg. La obra de proto-ciencia ficción Symzonia: un viaje de exploración (Symzonia: A Voyage of Discovery, 1820), del capitán Adam Seaborn, sería un aporte más aproximado, o La raza venidera (The Coming Race, 1871), de Edward Bulwer-Lytton, pero a partir de la mítica En el corazón de la Tierra (At the Earth’s Core, 1914), de Edgar Rice Burroughs, con la creación de Pellucidar, el tema se convirtió en un arquetipo. Añadamos una saga de relatos iniciada con «Tumithak de los corredores» («Tumithak of the Corridors», 1932) de Charles R. Tanner, por la cual tengo especial debilidad.

El dibujo de portada ilustra a la perfección lo que acontece en las primeras páginas de la narración: un platillo volante llega ante la sede de la ONU y mediante un rayo hace una perforación por donde se introduce un individuo pequeño y enclenque, de orejas puntiagudas y con oscuras gafas, que lanza un ultimátum a la Tierra. Por cierto que Barby utiliza el apelativo de «platíbolo» para describir a estas naves, de forma constante, utilizando muy ocasionalmente el sinónimo «ovnis» para definirlas. Escrito como «platívolo» es una denominación que es usada en México, y hasta existen unas galletas con esa forma.

El caso es que, a partir de ahí, uno de los periodistas asistentes, junto a su criado chino (recurso humorístico algo dudoso) comienza a investigar, y entra al interior de la Tierra por un volcán, como en el clásico de Jules Verne, y junto a un colega ruso, que tuvo la misma idea. A partir de ahí se nos ofrece esa civilización intraterrestre, sus planes de conquista para con la superficie, y los intentos de los héroes para impedirlo. Sencillo, efectivo, muy entretenido, y con un toque de aventuras fantásticas muy agradecido. Y, de paso, una pequeña reflexión sobre la lucha de ejes en aquella época.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: ***

● bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra

«Satori», de Lou Carrigan

Satori; por Lou Carrigan [Antonio Vera Ramírez]; ilustración de la cubierta, Miguel García. Barcelona: Bruguera, febrero 1977. Colección: ¡Kiai!; nº 7.

Género | materia: thriller – acción – CF | robots

Llegado a este punto de la colección «¡Kiai!», el lector puede apreciar la fórmula con la cual Lou Carrigan redactaba esta serie de novelas: una primera mitad destinada a desarrollar los personajes, sin apenas acción, pero que permite descubrir un plantel más complejo de la media en los bolsilibros, y una segunda parte que es un largo clímax de tensión y violencia. En cierto modo, esta Satori recuerda un tanto en estructura a la primera de la saga, aunque aquí se arranca con una competición deportiva de judo, tan larga como minuciosamente descrita.

Si en las entregas previas teníamos como protagonistas a un español y a un norteamericano, ahora le toca el turno a un japonés, cuya misión le obliga a trasladarse a Bangkok, en un trabajo que no queda muy claro: con anterioridad fueron un aikideka y un karateka los que abordaron esa misión, y ambos resultaron muertos a golpes.

Ahora es un judoka el enviado, un personaje cuya máxima es el individualismo, y que, por supuesto, a lo largo de su experiencia logrará encontrarse a sí mismo, consiguiendo la paz interior, que es lo que significa ese título de Satori[1]. Y, de paso, se cargará a la organización criminal de turno (supongo que a nadie fastidiará que destripe ese tan sorprendente como inesperado final).

Lo curioso del caso es que, esta vez, la historia se adentra en los terrenos de la ciencia ficción, al disponer el malo, que utiliza el seudónimo de Asia, de dos robots asesinos, programados para que, a medida que pelean con un luchador, asimilen las técnicas de este y se adelanten. El villano dispone, además, de un mando a distancia para moverlos, como si se tratase de un televisor.

Carlos Díaz Maroto

CALIFICACIÓN: ***

• bodrio * mediocre ** interesante *** buena **** muy buena ***** obra maestra


[1] Satori es también el nombre de una excelente editorial española especializada en cultura japonesa.